Por Javier Vaca
En la década de los 90, un directivo de la Federación Mexicana de Fútbol (FMF), Emilio Maurer, ideó una estrategia peculiar para que México fuera invitado por primera vez a la Copa América. En lugar de negociaciones estrictamente deportivas, Maurer optó por un acercamiento más personal y, según se reveló posteriormente, bastante llamativo para los dirigentes de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol).
La táctica de Emilio Maurer consistió en agasajar a los altos mandos del fútbol sudamericano con fastuosas fiestas y obsequios de lujo. Entre los regalos más recordados se encuentran los relojes Rolex, símbolos de estatus y poder. Esta estrategia buscaba generar un ambiente favorable y conseguir el apoyo necesario para que México recibiera la invitación a participar en el prestigioso torneo continental, abriendo así una nueva ventana de exposición para el fútbol mexicano a nivel sudamericano.
La respuesta a la interrogante sobre por qué México no regresa a la Copa Libertadores se encuentra, en parte, en este tipo de antecedentes y en la revelación de las prácticas que se utilizaban en el pasado para influir en las decisiones de los organismos rectores del fútbol. Aunque en su momento la jugada de Maurer resultó exitosa y catapultó la presencia de México en la Copa América, también dejó una sombra sobre las dinámicas de poder y los intereses que podían estar en juego detrás de las invitaciones y la participación en torneos internacionales.
Con el paso del tiempo, las relaciones entre la Conmebol y la Concacaf, confederación a la que pertenece México, han experimentado cambios significativos, especialmente a raíz del escándalo del FIFA-Gate, que evidenció la corrupción y los manejos poco transparentes en las altas esferas del fútbol mundial. Esta situación ha generado un distanciamiento entre ambas confederaciones, dificultando aún más la posibilidad de que los clubes mexicanos regresen a competir en la Copa Libertadores, un torneo que añora la afición mexicana.
La participación reciente de México en la Copa América 2024 se dio bajo una condición específica: que el torneo se llevara a cabo en territorio estadounidense. De no haber sido así, la postura de la Concacaf habría sido la de no permitir la participación de sus selecciones, lo que subraya la complejidad de las negociaciones y los intereses económicos que priman en la organización de los torneos continentales. Este escenario deja entrever que los negocios y las consideraciones económicas tienen un peso importante en las decisiones, a menudo por encima de los aspectos puramente deportivos.
La historia de los "sobornos" en forma de fiestas y regalos de lujo por parte de la FMF en los años 90 para lograr la invitación a la Copa América 1993, aunque anecdótica, revela una época donde las prácticas poco ortodoxas podían influir en las decisiones del fútbol. En el contexto actual, marcado por el distanciamiento entre Conmebol y Concacaf y la prioridad de los intereses económicos, el regreso de los equipos mexicanos a la Copa Libertadores se antoja como una misión casi imposible, dejando a la afición con la nostalgia de aquellos tiempos donde el Tricolor competía en Sudamérica.
17/05/2025
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